Para este fotógrafo ambientalista el autismo es un don porque le permitió ver el mundo y hacer cosas por él, de otro modo.
Acomodando sus cabellos rizados víctimas de una suave brisa y sin poder disimular su tímida sonrisa, Adrián D´giorgio hace una pausa en su dibujo para contarnos su historia.
Es viajero y fotógrafo ambientalista de profesión, oriundo de la Patagonia San Martín de los Andes Argentina. Su primer viaje solo, fue cuando escapó de su casa tras una discusión con sus padres a los 18 años. Se fue a Chile por tres meses, tiempo suficiente para descubrir que su destino era ser caminante y descubrir que más allá del pueblo donde vivía, había otros lugares por descubrir. Volvió a su casa y decidió hacer las cosas bien, por eso decidió estudiar una carrera que se adecúe a la vida de viajero, la fotografía.
Comenzó conociendo su país, luego se fue a Uruguay, Paraguay y desde hace un año y medio está en Bolivia. Por el momento no tienen planes de irse.
Ser viajero le permitió llegar a la conclusión de que existe mucho desinterés humano y egoísmo en distintas partes del mundo y se dijo a sí mismo que debía hacer algo al respecto.
Hoy emprende un proyecto denominado “Miradas” que consiste en recolectar historias de personas que viven en situación de calle, con el objetivo de mostrar a la sociedad que se debe recuperar el lado humano, y si uno no puede ayudar económicamente al prójimo, con solo escucharlo, haría mucho, nos dice el viajero.
Cada mes el joven de 31 años se arma de valor para compartir las historias recolectadas, plasmadas en fotografías en blanco y negro, exponiéndolas en lugares estratégicos de la ciudad, para que la gente cambie en dos aspectos: tener más empátía con la gente que vive en calle y no ahogarse en un vaso de agua con situaciones difíciles.
Este proyecto, que a la fecha recolectó alrededor de 50 historias crudas, nació a partir de conocer la historia de una mujer que mendigaba juntamente a su hijo en la ciudad de Cochabamba. El niño era producto de una violación y al enterarse la familia del vejamen, echó a la mujer de su casa con el bebé en su vientre.
Adrián confiesa que muchas veces quiso quebrarse al oír los relatos compartidos por la gente que conoce en la calle, a quienes los transeúntes ni siquiera se voltean a ver. Relatos que lo hacen más fuerte.
El mismo se define como un antisocial, esto porque busca no estar rodeado de muchas personas, atribuye esta actitud a que de niño fue diagnosticado con autismo, trastorno neurobiológico del desarrollo que se manifiesta durante los primeros años de vida y que perdura a lo largo de todo el ciclo vital.
Para Adrián el autismo no es un trastorno ni menos una enfermedad, lo considera un don que lo ayudó a ver el mundo de otra manera, a ser empático con el prójimo y buscar alegrar la vida de otras personas. Es por eso que para sustentarse vende pequeñas plantas de chirimoya, sucurentas y cactus, en ollitas de barro y focos reciclados, porque asegura que en una ciudad carente de espacios verdes, una pequeña planta dentro de las paredes de cemento, podría alegrar el día.
Si ves por la calle al fotógrafo argentino amante de las paltas, puede apoyarlo comprándole una de las artesanías que ofrece, porque sin duda este viajero extranjero hace mucho más por la gente que conoce en calle, que muchos de nosotros.